En los años 30, la pediatra canadiense Clara M. Davis hizo un experimento llamado “La sabiduría de dejar a los niños escoger su propia dieta”, con 15 niñas y niños entre 6 y 11 meses que habían sido alimentados solo con leche materna. En el experimento podían escoger entre 30 alimentos distintos y podían comer lo que quisieran en la cantidad que quisieran mientras eran monitoreados durante 4.5 años. Cada uno escogió libremente una mezcla y cantidad de alimentos distinta a la de los demás y, sin embargo, todos crecieron sanos y fuertes.
Se puede inferir que el secreto de este experimento está en que los 30 alimentos que se ofrecían eran naturales, densos en nutrientes, no procesados o mínimamente procesados, entre los que se encontraban diferentes frutas, vegetales y cereales, leche, agua, pescado, cordero, pollo, hígado, riñones, sesos, tuétano, gelatina de huesos, entre otros.
El experimento demostró que cuando las personas son expuestas desde temprana edad a una alimentación natural y diversa saben qué y cuánto comer. No obstante, una vez se ven expuestos a los sabores artificiales, a químicos como los potenciadores de sabor y a niveles de dulce que no se encuentran en la naturaleza, dejan de consumir los productos naturales y prefieren aquellos que son artificiales.
Así que, si hoy en día se hiciera un experimento permitiendo que menores de 18 años escojan sus alimentos en un supermercado, el desenlace sería muy distinto al que obtuvo la pediatra en los años 30 y muy parecido a lo que vemos hoy: niñas, niños y adolescentes con sobrepeso u obesos, pero al tiempo desnutridos y, seguramente, encaminados a contraer enfermedades crónicas.
¿Qué podemos hacer para que nuestras hijas e hijos se alimenten de forma saludable?